Costa Rica, 14 de febrero de 2022 – “La migración para beneficio de todos” se ha convertido en un eslogan muy popular para quienes tienen a su cargo la tarea de encauzar la migración en todo el mundo. Mientras la movilidad humana sigue aumentando, los actores claves de los gobiernos y organizaciones de la sociedad civil se asocian para perfeccionar el modo en que tales movimientos pueden beneficiar a los migrantes y a las comunidades por igual.

Pero el slogan “Migración para beneficio de todos” es mucho más que una simple frase para alguien como Daysi Jiménez que vive en la frontera que Costa Rica comparte con Panamá.

Daysi es una de las cuatro “asesoras culturales” indígenas que cooperan con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Costa Rica.

Cualquiera que visite este pequeño pueblo sabría de inmediato que Daysi, en su vestido azul brillante hasta los tobillos y  bordado, forma parte de una comunidad tradicional, los Ngäbe-Buglé, que han habitado estas escarpadas colinas por siglos.

Pero aun así, a menos que esos visitantes tuvieran algún vínculo con la cosecha anual de café, muy pocos podrían ver lo que ella realmente hace. Hija de migrantes que cruzaron a Costa Rica desde Panamá, Daysi Jiménez ayuda a asegurar que la migración en la actualidad realmente beneficie a todas las personas, empezando por los migrantes.

Daysi ayuda a los migrantes a involucrarse con los empleadores y con los oficiales locales mientras ellos se encargan de los rigores de los viajes y del arduo trabajo. Muchos Ngäbe-Buglé vienen del interior de Panamá, a menudo viajando hasta cinco horas en autobús hacia la frontera y luego otro día más para poder llegar a las granjas de café. Sus viajes pueden durar meses durante la cosecha, la cual usualmente comienza a mediados de julio.

Daysi Jiménez trabaja como asesora cultural de los trabajadores migrantes que recogen granos de café en la frontera de Costa Rica con Panamá. Foto: OIM /Allen Ulloa

En calidad de asesora cultural que trabaja para la OIM, Daysi juega un rol crucial pues oficia de traductora para los miles de recolectores de café Ngäbe-Buglé que se congregan en dos cruces fronterizos cerca de su hogar en una gran plantación de café que ella ayuda a manejar en beneficio de los propietarios de Estados Unidos que no están presentes.

Esta mujer de 36 años madre de seis hijos (y que recientemente se convirtió en abuela) habla fluidamente Ngöbere, que es el idioma principal usado dentro de la zona indígena Ngäbe-Buglé que cubre Costa Rica y Panamá a lo largo de su frontera común. El padre y la madre de Daysi nacieron en Panamá pero eligieron vivir en Costa Rica, en donde Daysi nació y concurrió a escuelas locales, lo cual le permitió adquirir fluidez en español.

Además de criar a su familia, es también recolectora de café y asesora cultural, trabajo por el que la OIM le paga a ella y a otros tres asesores Ngäbe-Buglé un salario cada mes a través de una ONG local llamada Hands For Health (H4H) la cual trabaja con comunidades indígenas.

Daysi y su familia viven en una casa mono ambiente muy simple. Tienen acceso a electricidad y el agua fresca llega a borbotones desde una corriente en la montaña. La casita ha sido dividida en cubículos a través de cortinas de paño y se erige sobre pilotes que permiten guarecerla de las inundaciones cuando algún huracán se hace presente.

Durante la cosecha, ella pasa mucho tiempo viajando al cruce fronterizo para ayudar a que los Ngäbe-Buglé que llegan puedan completar sus documentos migratorios y de trabajo. También ofrece consejos sobre la COVID-19, advirtiendo a las familias de recolectores que debe usar las máscaras en todo momento y lavarse las manos con la mayor frecuencia posible.

Como asesora cultural, Daysi hace las veces de puente entre los Ngäbe-Buglé indígenas que llegan en calidad de migrantes y la comunidad que los acoge y que depende de los Ngäbe-Buglé cada año para la recolección de los granos de café que luego serán procesados.

Un Sistema de trazabilidad laboral migratoria incorpora los datos de salud de los trabajadores migrantes y un registro de los lugares en los que han trabajado en Costa Rica. Foto: OIM /Allen Ulloa

Se trata de una relación simbiótica que une a la “comunidad de acogida” original de norteamericanos nativos con los descendientes de los productores españoles, italianos y alemanes que fueron quienes plantaron los primeros granos  de café en este lugar.

“Pareciera como si ellos tuvieran una relación espiritual con las plantas de café”, dice Steven Barrantes Núñez, alcalde de Coto Brus, el cantón en el que la cosecha anual de café comienza.

Los productores, dice él, valoran la capacidad de los Ngäbe-Buglé en tanto que los Ngäbe-Buglé dependen de la cosecha para preservar sus tradiciones naturales.

Daysi calcula que una familia que trabaja alrededor de tres meses en Costa Rica puede ahorrar suficiente dinero para cubrir todas sus necesidades una vez que retorne a sus aldeas en Panamá.

“Sal, azúcar, arroz, café. Son las cosas que necesitamos comprar”, dice. Contando con dinero en efectivo obtenido con las cosechas se hace posible vivir con los medios tradicionales – cosechando su propio alimento, dependiendo de la caza y la pesca.

Durante la cosecha de café de este año, unos 15.000 Ngäbe-Buglé podrían cruzar a Costa Rica, pasando unos seis meses lejos de sus hogares pero ganando una cantidad de dinero suficiente como para sustentar un estilo de vida en sus aldeas tradicionales en una era llena de presiones que constituyen una amenaza a las antiguas culturas.

La asesora cultural Daysi Jiménez les ofrece a los trabajadores migrantes asesoramiento clave antes de que empiecen a trabajar en Costa Rica. Foto: OIM/Allen Ulloa

Una amenaza surgida de la pandemia de COVID-19 no ha desaparecido aún. Los estrictos controles fronterizos habían reducido el flujo anual de migrantes a la mitad en 2020, a cerca de 6.500 Ngäbe-Buglé procedentes de Panamá, y a unos 6.000 más ingresando a Costa Rica en su frontera norte con Nicaragua, pero en los últimos 12 meses la OIM trabajó muy de cerca con funcionarios de salud y de fronteras de Costa Rica y con organizaciones del ámbito del café para facilitar la migración laboral.

Una medida es un permiso laboral digitalizado que comenzó a usarse por primera vez en 2020. El Carné SITLAM (Sistema de Trazabilidad Laboral Migratoria) incorpora datos de salud y también un registro de los lugares en los que un recolector de café ha trabajado durante los meses de cosecha.

El Dr. Pablo Ortiz, que coordina la fundación H4H en la cual trabaja Daysi Jiménez, dice que esta nueva tarjeta permitirá que los funcionarios de salud puedan hacer un seguimiento de quiénes están vacunados y de quiénes han trabajado juntos. Si surgiera una serie de casos de  COVID, los costarricenses podrán alertar a los productores y recolectores con rapidez para evitar más contagios.

Daysi Jiménez mantiene el foco en los migrantes y lo que el café significa para ellos y su supervivencia como comunidad. Si no fuera por la cosecha de café, explica ella, la cultura de los pueblos Ngäbe-Buglé podría llegar a extinguirse.

“Sin las cosechas, las familias sufrirían”, dice. “No habría manera de obtener dinero, excepto viajando a la capital (de Panamá) para buscar empleo”, dice Daysi. La única otra opción para muchos sería limpiar casas de los panameños ricos lo cual haría que raras veces pudieran ir a ver a sus familias.

La migración temporal a Costa Rica para la cosecha de café no solamente provee suficiente dinero para el resto del año sino que permite que las familias se mantengan juntas – la mayor parte de los recolectores llegan en una unidad familiar generalmente compuesta por hasta siete trabajadores adultos y varios menores acompañantes.

Este informe fue escrito por al anterior Oficial de Comunicaciones de Rango Sénior de la OIM Joel Millman, con la asistencia informativa del Oficial de Medios de la OIM Costa Rica  Allen Ulloa.

Para más información por favor contactar con  Allen Ulloa, Tel: 506 8318 4442, Email: aulloa@iom.int

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